Los colores de la noche presagian el recorrido atravesando la España Industrial. Mis ojos volcánicos se abren al despertar entre parajes oscuros. Observó el vaivén de los árboles que hacen de puentes donde se resguardan voces hechas murmullos de seres que no comprendo. Miro la luna con firmeza, una sonrisa pícara; casi amistosa. Recuerdo de aquellas horas en las que sentía angustiada sus persecuciones. Una brisa distrae mis pensamientos, cierro los ojos y siento su paso atravesándome. Alejarme con ella, como un fantasma en la iluminación de lo nocturno. Ser movimiento desprendido.
Camino hasta la fuente sin agua. He salido huyendo para no caer en las fantasías de la luna. Me despido del entorno; de aquellos que no duermen. Y regreso a casa. Colette y Nina no me reciben al abrir la puerta. Me acerco a la silla donde descansa una de ellas. Al tocarla, da un brinco y cae con sus ojos dilatados y su pelo erizado. Me acerco a ella de nuevo, para acariciarla por lo ocurrido, pero la más mínima cercanía le produce un aspaviento. Y observa atenta a su alrededor, buscando la respuesta, buscando a alguien. Tal vez a mí.
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