Despertar como aviso del sueño
8/09/22 07:00h.
Abro los ojos como antesala a la realidad. Algo más despierta, solo puedo pensar en los significados que encierran mi sueño. ¿Seguiré aún en él? Palpo la cama empapada y el sudor chorrea. Soy consciente de mi cuerpo sudoroso fruto de un verano que será recordado como “el de las olas de calor permanente”. Mi carácter irritable, causado por la meteorología y el agotamiento de una noche hecha ardor, no consigue desfallecer una de las tantas historias de mis noches…
De un impulso de pie, fuera de la cama, desconcertada por la habitación en la que me hallo. Me acerqué a la puerta que traspasada y allí estaba, en un pasillo en el que mi vista no alcanzaba su final. Las vi en el centro, dos serpientes enfrentadas intentado clavar los colmillos de una a la otra. Obstinadas, realizaban figuras con el movimiento de sus cuerpos. Sus colas sonoras envolvían dos de mis sentidos hasta inducirme a un estado estático, me mantenía solo observando la lucha hasta que finalizó con la caída al suelo de una y la apertura de mandíbula de la otra hasta devorarla. Ya no había ningún sonido. ¿Era esta una lucha sorda? Se deslizaba por el suelo en dirección hacia mí. De nuevo en la cama, sentía la presencia de su cuerpo sorteando las sábanas. Sin ningún tipo de temor o nervio, cómoda, dejaba que se acercara cada vez más y más a mí.
Me acerqué al espejo, observándome cada vez más de cerca. Mis ojos son como los ojos de la serpiente -pensé. Pululo por la casa mientras recuerdo que no es la primera vez que soñaba con este reptil y a su vez repasaba su simbología en el Diccionario de símbolos de Cirlot. Retenemos a fuego en la memoria las palabras, acciones o pensamientos que no comprendemos. Y así nos marcan, como el fuego, para toda la vida. Estoy atrapada en el sueño. Mis mañanas son solo fieles a las noches. Hace fuera un calor de mil demonios. Como decía Jung “el sueño prepara al soñante para el día siguiente”.
Dejo Nebiros por la página 73 en una de estas bibliotecas-hoteles tan alejadas a las de mi niñez. Atardece, ya va siendo hora de irse. Adelanto alguna página más hasta que finaliza la canción de despedida. En el trayecto observo todo aquello que se mueve a mi alrededor. Los transeúntes son solo guiados por la luz eléctrica de las farolas o las pantallas de sus móviles como polillas a lo que creemos que es la luz; el calor. Mi mirada se posa en uno de los postes de espejos convexos de vigilancia. Me aprecio veloz y vivaracha con unos gestos y miradas ajenos a los míos. Hipnótica, he roto todas las fronteras de mis esencias. Solo reconozco mi vestido negro que va limpiando la polvorienta ciudad. El sudor comenzaba a ser frío y mis sensaciones empezaban a perturbarme. Recordé esos personajes de novelas releías que jugaban con la alteridad del yo. De algo estoy completamente segura, no me convertiré en aquello que leo. ¿O tal vez sí? Contraria al gran movimiento que lo mueve todo.
Entre pensamientos llego a esa sauna en la que se ha convertido mi habitación. Desnuda, alejo cualquier tela que pueda impregnarse en mí más que la noche. Restriego mi cara en la almohada y llegan los bostezos, cada vez más amplios e intensos, van cayendo mis párpados acompañados de una mandíbula sin límites. Una mandíbula hiperbólica como si la boca no fuera mía y saliera de ella algo mayor a un bostezo.
El sueño, un baile a partir de lo que todo comienza: el sonido, los colores, los versos de otros que se entremezclan con los míos. Sucumbo en la ineludible desgracia lírica que empapa toda mi existencia. Insomne por mis pensamientos, me acerco al portátil para escribir. Allí, se encuentra la escapada del misterio que envuelve la propia vida; como si de un sueño placentero se tratase.
cmagua
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